La sabiduría de Theodore Roosevelt sobre la lectura

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La sabiduría de Theodore Roosevelt sobre la lectura

"Un libro debe ser interesante para ese lector en particular en ese momento en particular" — Theodore Roosevelt.

Theodore Roosevelt, considerado por los estudiosos políticos como uno de los mejores presidentes de los Estados Unidos, fue también uno de los más prolíficos. A parte de ser escritor y haber producido una gran cantidad de libros, leía mucho y hablaba mucho sobre ello.

Existe un dicho popular: “No a siga sus mentores, siga a los mentores de sus mentores”. Pues bien, se dice que Roosevelt leía tres libros al día, así que tenemos una larga cantidad de opciones para tomar un mentor del mentor. De hecho, existe una carta que escribió a un amigo suyo, el cual le pedía recomendaciones literarias y, como nos pasa a todos los que leemos mucho, debe ser que no lograba elegir porque la lista llega hasta las cien obras recomendadas.

De todas formas, existen dos bibliotecas en particular que pueden ser visitadas y se supone representan los intereses literarios de Roosevelt. La primera está aún hoy en día en su casa, la colina de Sagamore, que se conserva a modo de museo como Roosevelt la dejó —se puede consultar el inventario completo de la casa, y aparecen los libros—. Y después también está la “Pigskin Library”, una biblioteca formada por los libros que su hermana, Corinne Roosevelt Robinson, le regaló para que los llevase con él a un safari africano de un año que realizó después de dejar la Casa Blanca en 1909; consistente en 60 volúmenes, incluidos algunos de los que, según se especificaba, eran algunas de sus novelas favoritas.

"Soy parte de todo lo que he leído" — Theodore Roosevelt.

Por lo general, el presidente tenía la costumbre de leer varios libros a la vez, rotando entre ellos en función de sus actividades o su estado de ánimo. Defendía que hay un libro para cada momento así que, a veces, dejaba algunos por la mitad y los retomaba o volvía a empezarlos tiempo después. En un día normal, ya había leído un libro antes del desayuno y otros dos más por la tarde y comienzo de la noche. En su biografía, la misma biografía que recomiendo en el artículo de todos los presidentes, hay unas pocas páginas que hablan sobre su forma de leer:

  • Mi capacidad de elección es tan ilimitada que me parece absurdo tratar de hacer catálogos que se supone servirán para mucha gente. No tengo simpatía alguna para con las listas de “los cien mejores”. Está bien divertirse componiendo una lista de cien buenos libros, pero no hay tal cosa como un centenar de libros que son mejores para todos, o para la mayoría o, de hecho, ni siquiera para el mismo hombre todo el tiempo. Un libro debe ser interesante para ese lector en particular en ese momento en particular.

  • En lo personal, los libros con los que me han beneficiado más infinitamente han sido aquellos en los que el beneficio era un subproducto del placer. Es decir, los leo porque me gustan, porque me gustaba leerlos, y el beneficio entró como parte de la diversión. El lector, el amante de la lectura, debe encontrar sus propias necesidades, sin prestar demasiada atención a lo que los demás crean que debe necesitar. Los libros son casi tan individuales como los amigos. No sirve de nada establecer leyes generales sobre ellos. Algunos satisfacen las necesidades de una persona y otros las de otra. Y cada uno debe tener cuidado de no caer en el pecado dominante del bibliófilo, lo que el señor Edgar Allan Poe llama "el orgullo loco de la intelectualidad”, para no actuar con piedad arrogante con el hombre al que no le guste el mismo tipo de libro que a ti.

  • De vez en cuando me preguntan “qué libros lees en mayor medida”. Y mi respuesta es: poesía y novelas —incluyendo cuentos—. Todos necesitamos conocer y comprender la naturaleza humana, y las necesidades del alma se encuentran, como en ningún otro lugar, en las mentes de los grandes escritores imaginativos, ya sea en forma de prosa o poesía. De todas formas, todos los libros están muy bien para acompañarte en este camino, pero observar a los niños, para ese fin, es mejor que los libros.



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